OBSERVACIÓN Y DEDUCCIÓN
Las Hormigas Detectives
Hey, ¡Detengan al ladrón!, gritaba el viejo Blenkinsop saliendo de su pequeña tienda cerca de la villa de Kaffir
"Me robó mi azúcar, deténganlo".
¿Detener a quién? no se veía a nadie huir.
¿Quién lo robo? preguntó el policía.
"No lo sé, pero falta una bolsa llena de azúcar y estaba aquí hace sólo unos minutos".
Un rastreador nativo de la policía fue llamado y parecía como un trabajo imposible para él distinguir las huellas del ladrón de las de docenas de otros pies desnudos cercanos a la tienda. Sin embargo, empezó a trotar rápidamente hacia la espesura. En algunos lugares iba sobre suelo rocoso pero nunca revisaba su ruta, aunque no se veían huellas.
La gente se preguntaba cómo podría encontrar al fugitivo. Sin embargo la persecución continuaba. El viejo Blenkinsop resentía el calor y la carrera.
Al fin, el rastreador se detuvo y vaciló habiendo perdido evidentemente el rastro. Luego sonrió con el dedo la copa de un árbol cercano. Allí escondido entre las ramas vieron un nativo con la bolsa de azúcar. ¿Cómo lo había descubierto el rastreador? Su aguda vista había descubierto unos granos de azúcar que brillaban en el polvo. La bolsa se salía, dejando un ligero rastro de estos granos. Siguió el rastro y cuando terminó la espesura el rastreador notó una hilera de hormigas subiendo a un árbol. Iban tras el azúcar, y él también, y así entre todos descubrieron al ladrón.
El viejo Blenkinsop estaba tan contento que rápidamente abrió la bolsa y derramó azúcar como recompensa para las hormigas.
Espero que también habrá dado una palmada en el hombro del rastreador por su habilidad al usar sus ojos para ver los granos de azúcar y las hormigas, usando su imaginación para investigar por qué las hormigas subían al árbol. Cualquier persona que no fuera un rastreador, nunca habría notado estos detalles.
Ahí es donde entra el adiestramiento Scout.
Yo he conocido otro caso en que las hormigas fueron útiles, de hecho no sólo fueron útiles, sino salvaron la vida de varios hombres.
Éstos eran un grupo de científicos que excursionaban en los desiertos de Australia, buscando plantas raras y animales, reptiles e insectos.
En el desierto se les acabó el agua. Durante horas vagaron, locos de sed y débiles por el cansancio; parecía que, como otros exploradores anteriores a ellos, perecerían de cansancio y sed. Afortunadamente vieron a una pequeña nativa. Le hicieron señas de que se morían de sed y querían que les trajera agua.
Ella señaló una hilera de hormigas que subían a un árbol baobab (Este árbol tiene un gran tronco hueco que actúa como almacén de agua). La pequeña recogió una larga vara de pasto seco, trepó a un pequeño agujero al que entraban las hormigas. Metió un extremo de la pajilla en él y el otro en su boca y aspiró. Así esta pequeñita del desierto enseñó a esos sabios caballeros un poco de sabiduría que con todos sus años de universidad no habían aprendido.
Yo espero que si un Scout hubiera estado con ellos habría sabido eso, o que con sus ojos e imaginación hubiera visto a las hormigas y adivinado por qué usaban el hoyo del árbol.
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